Feliz Cumpleaños de DON BOSCO!

Somos hijos de un gran SOÑADOR que nació hace 196 años en aquellas maravillosas colinas del Caserío de I’Becchi de Castelnuovo D’Asti (hoy Castelnuovo Don Bosco).
MUY FELIZ CUMPLE DE NUESTRO PADRE Y FUNDADOR!

Hoy queremos compartir con Uds. dos aportes valiosísimos que nos brinda el P. Juan Francisco. El primero es el sueño de los 9 años, cuando Don Bosco era Juancito. Y el segundo son algunas imágenes de I´Becchi que realizó en un viaje junto a su madre... ese pueblito donde Don Bosco nació y tuvo ese famoso sueño a tan temprana edad.

A los nueve años tuve un sueño que me quedó profundamente grabado en la mente para toda la vida. En el sueño me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de niños en pleno juego. Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias, me metí en me-dio de ellos, para hacerlos callar a puñetazos e insultos.

En aquel momento apareció un hombre muy respetable, noblemente vestido. Su ros-tro era tan luminoso que no se podía fijar en él la mirada. Me llamó por mi nombre y me dijo:

- No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte, pues, ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud.

-Yo te daré la Maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio.

-Pero... ¿quién eres?

-Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al día. Mi nombre, pregúntaselo a mi Madre.

- He aquí tu campo, he aquí en donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robus-to, y lo que veas que ocurre en estos momentos con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos.

Volví entonces la mirada, y, en vez de los animales feroces, aparecieron otros tantos mansos corderitos que, haciendo fiesta al Hombre y a la Señora, seguían saltando y bailando a su alrededor.

En aquel momento, siempre en sueños, me eché a llorar. Pedí a la Señora que me hablase de modo que pudiera comprender, pues no alcanzaba a entender qué quería representar todo aquello.

Entonces Ella me puso la mano sobre la cabeza y me dijo:

-A su debido tiempo todo lo comprenderás.

Dicho esto, un ruido me despertó y desapareció la visión. Quedé muy aturdido. Me parecía que tenía deshechas las manos por los puñetazos que había dado, y me dolía la cara por las bofetadas recibidas.

Aturdido y espantado, dije que yo era un pobre e ignorante muchacho.

En aquel momento, los muchachos cesaron en sus riñas y blasfemias y rodearon al que hablaba. Sin saber casi lo que me decía, aña-dí:

- ¿Quién eres para mandarme estos imposibles?

- Precisamente, porque esto te parece imposible, debes convertirlo en posible con la obediencia y la adquisición de la ciencia.

-¿Cómo podré adquirir la ciencia?

En aquel momento vi, junto a El, una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía como el sol. Viéndome cada vez más desconcertado, me indicó que me acercase a Ella y, tomándome bondadosamente de la mano, me dijo:

-¡Mira!.

Al mirar, me di cuenta de que aquellos muchachos habían escapado, y vi en su lugar una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y varios otros animales.

Por la mañana, conté enseguida el sueño: primero, a mis hermanos, que se echaron a reír, y, luego, a mi madre y a la abuela. Cada uno lo interpretaba a su manera. Mi hermano José decía: “Tú serás pastor”. Antonio, con dureza: “Capitán de bandoleros”. Mi madre: “¡Quién sabe si un día serás sacerdote!”. Pero la abuela dio la senten-cia definitiva: “No hay que hacer caso de los sueños”.

Yo era de la opinión de mi abuela, pero nunca pude echar en olvido aquel sueño.


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